NADA CAMBIA EN LA POLÍTICA MUNICIPAL


En la actualidad más del 60% de la población de nuestro municipio es originaria de otras comunidades autónomas, especialmente de las vecinas: Galicia, Asturias, País Vasco etc.. Pero aún así la Política Municipal no cambia en nuestro municipio. Es verdad que han surgido partidos políticos nuevos y otros no tan nuevos se han trasladado a nuestro municipio. Pero la forma de hacer Política tanto dentro de las organizaciones como en las instituciones siempre tiende al mismo tipo de personas que no están especialmente cualificadas formativamente hablando por lo general.


Que sucede en Castro con los Partidos Políticos? En las pasadas elecciones municipales se presentaban personas no especialmente vinculadas directamente con el municipio pero no es casualidad que Medios de Comunicación y el entramado tradicional de partidos de esta municipio cargaron contra la única mujer cabeza de lista que se presentaba; sabiendo que en las mismas circunstancias había un candidato masculino. No es casualidad. En nuestro municipio como en otros muchos no se quiere a mujeres cabeza de lista y sobre todo a mujeres especialmente formadas para estos menesteres. Al contrario, lo que se percibe continuamente en este municipio es que cuanto más dócil y menos versado formativamente hablando es el candidato mejor para la estabilidad del "entramado político" que persiste desde hace más de 20 años. Pero no estamos hablando de Machismo, no se confundan. De lo que hablamos es del reparto del "Pastel" en el Ayuntamiento: se lo  reparten los mismos partidos, las mismas caras y las mismas formas de hacer política...
 
En principio, la Ley española marca que la estructura interna y el funcionamiento de los partidos han de ser democráticos. Eso dicen tanto la Constitución (art. 6) como la Ley Orgánica de Partidos (art. 7), pero ahí se queda todo. Si eso se cumpliese, serían organizaciones al servicio de los ciudadanos y de la sociedad, pero todos sabemos que no es así.
Existen unos pocos principios imprescindibles en democracia y uno de los más importantes no es efectivo dentro de los partidos: la división de poderes. En la práctica, todo el poder y todas las funciones de ese poder terminan bajo el control del mismo grupo de personas. Los líderes del partido enseguida controlan los órganos representativos, los órganos de dirección y los escasos órganos de control interno, que así pierden su función. El debate de ideas desaparece. Los afiliados con ideas propias son apartados del camino, mientras que los más dóciles con el poder de turno tienen posibilidades de hacer carrera política. Esto tiene muy graves consecuencias. Por una parte, los partidos actuales son ideológicamente estériles. En su seno no existe debate político alguno, lo que les impide ofrecer propuestas a la sociedad y los aleja de cubrir las necesidades de ésta. Se nutren sólo de las ocurrencias de una minoría escasamente abierta a la sociedad. Por otra parte, los políticos que esos partidos llevan a sus listas electorales y que así terminan siendo elegidos suelen ser tan mediocres como dóciles. Quienes llegan a cargos públicos representativos o bien son mansos gregarios o incluso algunos dan la sorpresa de corromperse en cuanto tienen acceso a ello. A los políticos actuales les sale mucho más a cuenta ser fieles al líder y al aparato de su partido que a sus votantes y a su conciencia Si queremos democracia, las listas abiertas son imprescindibles también para los procesos electorales internos de los partidos.


Los afiliados no tienen protección contra los abusos de la dirección del aparato. Si un afiliado o bien un grupo de ellos tienen capacidad de plantear problemas al grupo dominante, nada impide al aparato privarle de sus derechos mediante expedientes arbitrarios. Los escasos mecanismos de garantía de derechos siempre están en manos de los mismos que han abierto los expedientes, por lo que los recursos contra las sanciones no prosperarán. Por ello es necesario concretar las leyes en lo referente a la garantía de derechos de las personas ante los partidos.


Los votantes no pueden reclamar ante el incumplimiento del programa electoral. El programa es el “contrato” entre el candidato y sus electores. Cuando un político o un partido incumple o incluso traiciona abiertamente su programa está violando ese pacto. 


Es muy importante caer en la cuenta de que la falta de democracia interna no sólo aqueja a los grandes partidos, sino también a los pequeños. Es normal que centremos nuestro descontento con los grandes, debido a lo mucho que nos han defraudado, pero sería ingenuo pensar que nuevas incorporaciones no van a caer en los mismos o peores vicios. Para mostrar esto existen multitud de ejemplos sobre todo en nuestro municipio. Los partidos menores no están dirigidos por ciudadanos descontentos que quieren cambiar el sistema. Muchos de ellos obedecen a intereses particulares, clientelares o personales y aprovechan los resquicios del sistema de partidos para obtener su trozo de la tarta. Por eso, una reforma de la Ley electoral que facilite la entrada de los pequeños en las instituciones tiene que ir acompañada de la obligada democratización de todos ellos, sean grandes o pequeños.


Desde Castroconfidencial lo deseable sería que se modifique o se complemente la Ley de Partidos, con una redacción concreta e inequívoca que obligue a la democratización interna de estos, incluyendo listas abiertas en sus elecciones internas, incompatibilidades, limitación de mandatos, órganos de control independientes, garantía de derechos de afiliados y electores, así como mecanismos de transparencia política y económica.Tenemos también el problema de que a la gente le gustan demasiado los líderes. Muchas personas  otorgan al líder  una alta credibilidad e incluso un seguimiento incondicional y ciego. Pero en una Cultura Democrática Moderna se deberían considerar a quienes ejercen el poder como lo que son, nuestros representantes. Les haríamos responsables de servir a la sociedad y no les toleraríamos servirse de ella.

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